Purmamarca

Es difícil resumir todo lo que ha pasado la última semana y media. No he escrito nada, porque ha pasado mucho. Pasé 10 días en Salta capital, y podría llenar 20 páginas con anécdotas cotidianas que los han colmado, las personas que he conocido, cosas que han ocurrido y que he hecho, pero la realidad es que la única razón por la que estuve tanto tiempo en esa ciudad, es Gemma.
Así de predecible, refrito y trillado. Efectivamente, poco a poco me fue gustando la mujer que conocí en Cafayate y que rápidamente se volvió mi amiga. Lo peor (o no) fue que dejé que pasara. Llevo un buen tiempo de mi vida controlando esto, y ahora por algún motivo decidí dejarlo que fluyera todo lo que quisiera. Craso error. Cada vez que salíamos me gustaba más, y poco hizo falta para que mi mente divagara ensoñaciones en que bautizaba a nuestros hijos y perros. Debo ser el albañil de fantasías más veloz del cono sur.
En cuanto a ella, yo sentía que me entregaba señales contradictorias. A veces, en miradas y gestos, daba la sensación de que el interés era mutuo. Otras, que todo eran películas mías, hipótesis más que plausible (dios mío, en qué momento convertí esto en un diario de quinceañera. Bueno, a tocar fondo).
Finalmente, cuando le dije que me gustaba, me expresó que ella también sentía algo, pero estaba hace poco saliendo de una relación muy intensa, así que no se encontraba muy receptiva o dispuesta a algo sentimental, lo que explicaba lo inconexo de las señales (subtexto: estaba menos interesada que yo, punto).
Luego de esas revelaciones, nuestras salidas continuaron, pero ahora con el ingrediente de incipientes demostraciones de cariño. Algún abrazo y beso esporádico, invariablemente a iniciativa mía. Al inicio estaba exultante, pero esta dinámica significó cada día engancharme más, sin un correlato en Gemma. La situación se salió de control, y pronto mis castillos en el aire planteaban un plan de conquista y luego ida a España para estar con ella (oh dignidad, por qué me abandonas tan fácil). Soy lo más ridículo que hay, en Santiago tuve hace no mucho una relación impecable, ni una pelea, todo de maravilla, pero nunca me permití que esto me pasara, y ahora que la situación es del todo inverosímil, improbable y absurda, me lo permito.
No renuncié a mi idea kamikaze de quedarme en Salta hasta que Gemma tuviera que partir a España, el 31 de marzo, y así intentar “conquistarla” lo suficiente. Pero claro, ya no tenía ningún tipo de imperio sobre esta válvula sentimental que había decidido abrir, y un día no aguanté más y le confesé básicamente que no era un gustar amable y simpático el que sentía, sino que estaba enamorado de ella, esto llorando además (volver a los 17). Su suave silencio y sutil reserva dejaron claros que no pasaba nada, y por si las dudas me abrazó de consolación, un largo rato. Hace años que no me dejaba llorar así frente a alguien, y menos por ese alguien. Caminamos un rato y la fui a dejar a la micro, pues se juntaría con Pía, su amiga. Al despedirnos, por primera vez fue ella la que me besó a mí. Sería el último beso, y la última vez que la vería.
Luego de esta luctuosa escena regresé al camping, donde anuncié mi pena a mis amigos de viaje, y mi consecuente necesidad de abrazos y fernet. Así que en eso consistió la noche, más unas pizzas a la parrilla que hizo el Coto, un bonaerense buena onda. Una de las chicas quería aprender a tocar ukelele, así que le enseñé algo y con el vuelo la besé un rato para pasar las penas, bien bukowskiano.
Al día siguiente (hoy) decidí que no podía esperando a que Gemma se fuera, sino que tenía que aprender a soltarla, dejarla ir, y partir yo, aprovechando la argumentablemente psicomágica posibilidad de poner kilómetros de por medio. Además, Coto (que casualmente practica Aikido del mismo estilo que yo, y tiene igual grado) y un par de chic@s salían también hacia el norte, y como era un buen momento para amigos y para practicar Aikido, mejor para partir.
Por tanto aquí estoy, en un local en Purmamarca, provincia de Jujuy. Los chicos no tuvieron tanta suerte en el dedo, así que llegarán mañana. Sigo hablando con Gemma y todo bien, la dejé ir como amor para conservarla como amiga, y hasta ahora resulta en paz.
¿Qué es un viaje sin amores? Correspondidos o no, son amores igual, o al menos ese es mi autorelato.