Boliviandad

– Billetera mata galán. Músico mata ambos.

Tecladista aficionado boliviano.

Apenas un mes y medio estuve en Bolivia, me faltó mucho por recorrer en la parte oeste sobre todo, pero me fui todo con todo legal y bien así que ya volveré cuando sea el momento. Por ahora, algunas observaciones sobre la vida y la forma de ser del boliviano.

Bolivia cuenta con una población en su mayoría indígena, y es quizá el único país de latinoamérica que ha sabido mantener una identidad sustancialmente propia, andina, y no heteroimpuesta por los grandes imperios (no como los chilenos que son unos gringos frustrados de mierda). Se escucha mucha música en español (los prisioneros suenan bastante), y poco del rock y britpop que inunda otros lugares del continente. Hablan bastante quechua entre ellos, y los que no, hablan aymara. Es interesantísimo sentarse un poco a escuchar una conversación en estas lenguas. Sin embargo, la colonización y las encomiendas hicieron lo suyo, y Bolivia es ahora marcadamente católico. Su afición por persignarse todo el día roza lo ridículo, a veces en la micro debo mirar en rededor para ver por qué animita, virgen o santo se persigna todo el mundo. ¡Hasta se celebran misas católicas en idioma quechua! ¿es que nadie ve la contradicción? Bueno, Bolivia es Bolivia.

A los bolivianos les gusta mucho el alcohol. No es que tomen siempre, pero cuando hacen es hasta un límite de quedar inhumanos. Tanto así que acabamos acuñando el término “borrachera boliviana” para referirnos a un estado de embriaguez repugnante. No es nada infrecuente estar en la calle y que se te acerque un viejo destruido de borracho que no sabe ni cómo se llama y te comience a hablar una sarta interminable de sandeces, sin respetar la más mínima proxemia. Me intrigaba mucho cómo hacían para quedar TAN borrachos, es decir, creo que la gente mucho antes de eso ya está acostada inconsciente, hasta que conoci el singani y obtuve mi respuesta. Es un destilado de uva de más de 40 grados de alcohol, muy barato, que tienen la costumbre de tomar puro. Decidimos comprar en una dudosa noche y el secreto de la famosa borrachera boliviana salió a la luz, con amigos cayéndose de cabeza contra la muralla y otras hazañas similares. Yo derechamente me enfermé del estómago, me faltan años de circo para esto. Por si fuera poca muestra, se venden también pequeñas botellitas de alcohol etílico, que usan los mineros para beber en la mina. El dolor de los siglos.

Otra costumbre, aunque esta es bien conocida, es la de mascar coca, sobre todo por los sectores más populares de la población. Los lugares públicos como mercados y ferias tienen siempre el característico olor a la hoja ensalivada, cuyo desecho adorna veredas y parques indistintamente. Dicen que los ayuda a trabajar, mantenerse despiertos y concentrarse, aunque algunos lo llevan al extremo. Estuve tentado de sacar más de una foto a sujetos que de tanto mascar coca se estaban metamorfizando en hámsters, con un pómulo tan hinchado que parecía que recién le habían extraído unas siete muelas del juicio. Por respeto, me contuve.

La sociedad boliviana es sonadamente machista. Dos veces me tocó intervenir directamente ante un hombre violentando una mujer, no con golpes, pero sí sujetándola y reteniéndola contra su voluntad. Por lo que conversé y presencié, este tipo de escenas en la vía pública no serían para nada inusuales. La mujer además tiene un personaje muy característico y estereotípico dentro de la sociedad, en la figura de la “chola” o la “mamita”. Esta es la clásica mujer de etnia indígena que se dedica a vender en la calle o en las ferias, o incluso a mendigar. Las “mamitas” son las que mueven toda la economía callejera, rara vez se ve un hombre atendiendo un carro de comida, de jugo o un puesto en la feria. Las mamitas suelen usar ropa tradicional, incluyendo el sombrero, y estar cubiertas por enormes delantales, ya que ellas mismas pueden alcanzar tamaños matriarcales. Se observa además que poseen una fuerza considerable, levantan y arrastran sus propios carros como si nada. Un manotazo de esas mamitas es suficiente disuasivo para cualquier practicante del hurto.

Las mamitas también son las principales responsables de prepaar la gastronomía local, que francamente es horrenda. Después de la putísima santísima trinidad, la devoción del pueblo boliviano decanta hacia el pollo. Al spiedo, en la sopa, pero sobre todo frito, que lo llaman pollo broaster. Impresionante la cantidad de pollo, en todos lados, en cada esquina. Eso y hamburguesas es todo lo que se puede comer. Varias veces he caminado cuadras y cuadras buscando comida sana o al menos decente, solo para terminar derrotado comiendo pollo frito o una hamburguesa. Ah, y papas fritas, siempre con papas fritas. Hasta en la sopa ponen papas fritas, y no es una figura literaria. No es de extrañar que me enfermara del estómago.

En cuanto a lo folklórico interno, en Bolivia existe una denotada rivalidad entre los habitantes del altiplano, los collas, y quienes moran en los valles, los cambas, cada uno usando el término del contrario de manera peyorativa, acompañándolo generalmente de algún epíteto que manifieste inequívocamente la intención insultiva. 

Las diferencias tienen carácter racial; por una parte los collas, oriundos de los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí, están ligados a la imagen indígena, de baja estatura, piel morena y características faciales típicamente andinas. Por otra los cambas, nacidos en Santa Cruz, Pando y Beni, tienen rasgos asociados a un fenotipo europeo (pero nunca tanto tampoco). A tal punto llega la discriminación interna de Bolivia entre cambas y collas, que Evo Morales dictó en el 2010 una ley antiracismo y discriminación para evitar que en los medios masivos de comunicación se continuaran usando expresiones como “colla de mierda”, por ejemplo.
Ya es hora de hablar de lo bueno, ya que este intento de somero retrato pareciera pintar una imagen bastante deslavada del pueblo boliviano, lo que no haría justicia a mi real experiencia en Bolivia. Son gente muy bondadosa, y les encanta compartir. El boliviano puede ser en principio algo tímido o cerrado, pero una vez que te abre sus puertas (siendo el alcohol su principal catalizador) te entrega una generosidad sin límites. Siempre están deseosos de regalar cosas, pareciera que el pasatiempo nacional es regalarlo todo. Comida, ropa, alcohol, dinero. Los restoranes te dan comida si pides sobras, la gente te invita a sentarte a sus mesas y te compra cervezas, te preguntan tu historia, celebran tu país. Pese a que estuve en un período de resonantes rencillas por la prensa entre Chile y Bolivia, nunca tuve un mal trato ni nada por ser chileno, todos me acogieron y trataron de maravilla. Alguna broma con el mar había, pero siempre en buena onda, no parecía importarles demasiado realmente, y a los que sí les importaba también te expresaban solo paz y amabilidad. Sobre todo a la hora de trabajar me daba cuenta de lo generosos que son, a veces en la micro iban las clásicas mamitas muy pobres, cargando bultos más grandes que ellas mismas, y aún así te daban una moneda al finalizar el show. No sabía cómo hacer para no aceptar una donación de alguien al que yo debería estar ayudando.

En fin, Bolivia es un país muy interesante por la convivencia de culturas distintas, su gente y el efecto de la modernidad en una cosmovisión andina. Muy fácil para viajar, pues la generosidad de la gente alimenta todo el camino (y los precios son muy baratos). Es un paraíso en tierra para el viajero sin tiempo, sobre todo si cuenta con una cocina para preparar su propia comida, y se mantiene a una distancia prudente del singani.