La Cascada

Los dos días siguientes fueron tranquilos. El primero me dediqué a tareas domésticas: compré una cuerda y unos perros para colgar ropa, aguja e hilo para reparar algo de mi ropa que se rompe bastante, y cociné. Me autoconcienticé de lo cómoda que ha sido (y sigue siendo) mi vida, creo que en este viaje es la primera vez que lavo ropa a mano. Coser es otra tarea que escasamente había realizado alguna vez.

El desayuno-almuerzo consistió en una humita que había sobrado del día anterior, que calenté con carbón en un quincho. Como pasados los 20 minutos de hervor me quedaron bastantes brasas, fui a la carnicería por una carne (ni un intento de respeto, soy una vergüenza), y me hice un asado. En eso y tocar el uke transcurrió el día. Me cayó pesada la carne, a la noche me dolía un poco el estómago.

La siguiente mañana me levanté temprano para tomar el bus que me dejaba a dos horas de caminata de la cascada, uno de los lugares a visitar en Tafí. Fue una larga y alérgica expedición hasta el salto, dado que me perdí en el bosque. Es increíble lo fácil que resulta extraviarse en una senda boscosa, al menos para mí, cuando fui al Pozo del Gaucho me pasó lo mismo, pero esta vez fue peor. En varias oportunidades no veía ni dónde pisaba dada la exuberancia de la vegetación, apartaba tallos y ramas con los brazos cuales machetes (la manga corta acabó siendo una pésima elección de ropa), y me cansé de cortar telarañas con la cara. Finalmente llegué a la cascada e hice lo de siempre: toqué un rato, bebí agua del río, y comí mi colación.

A la vuelta tomé otro camino y de nuevo me perdí. No sé si yo seré muy estúpido o los senderistas poco claros, o una conjunción lineal de ambas. El caso es que pasaba largo rato extraviado y luchando con el bosque, y en ocasiones la calma amenazaba con abandonarme, momentos en que ensayaba algún estéril “¿¡Hola!?”. Si tenía suerte me respondía una vaca. Por suerte me quedaban varias horas de luz, lo que me repetía para volver a calmarme.

Me mantuve resbalando poco a poco en dirección más o menos correcta, y pude volver, con intenso prurito en ambos brazos. Esperé 20 minutos la micro, pero recordé donde estaba y comencé a hacer dedo. Dos autos y una moto después estaba de vuelta, a tiempo para ver el segundo tiempo de la Champions League, que me dejaron sintonizar sin problema en la YPF.

Ya en el camping, después de conversar una milanesa y una Quilmes con Fanny, me fui a dormir, decidiendo que me marcharía al día siguiente llegara la francesa o no, pues no podía seguir pagando AR$100 por noche.