– La vida social es mala para la literatura.
S.M., en conversación respecto a que he escrito poco por estar socializando mucho.
Después de almuerzo partimos nuevamente a Villazón para hacer plata, yo esta vez con todas mis cosas encima para quedarme ahí y no tener que fumarme más gendarmes de mierda. Nos dedicamos a vender pulseritas de macramé, la mayoría de punto colombiano, una técnica que es un robo repugnante cobrar por eso muy sencilla de hacer y de aprender, agarrándole la mano se hacen muy rápido, y se venden “a voluntad”. Encontré un hostal por Bs$20 (la conversión gruesa es CLP$100 = Bs$1), que consistía en una habitación privado y baño compartido. Por la ducha de agua caliente ya ni pregunto, no es realmente una prioridad en este momento.
Por la tarde y noche, luego de encontrar y comprar un afinador excelente, probé suerte en la plaza con el ukelele y sombrero, y me volvió a ir bien, mientras Feña hacía malabares en el semáforo de la esquina con mejores resultados. Nos volvimos a encontrar con los chicos del show para niños, habían tenido dos funciones más ese día, y nos quedamos compartiendo un rato ahí, con otros artesanos, malabaristas y músicos que aparecían. En un momento me animé y decidí volver a probar suerte en restoranes, esta vez con “Bailando con tu Sombra” y “Los Querandíes”, un temazo que me habían dicho la rompía en Bolivia. El primer bar salió decente, y me habrá pagado unos $20, pero el segundo fue un desastre. No sé qué ocurrió que se me desafinó un montón el ukelele, y eso sumado a que era un lugar grande, mala acústica, y que tuve que levantar y sobredesafinar la voz, resultó en un espectáculo luctuoso. No obstante, seguí como si nada, y terminé con un discurso de cómo tenía muchas ganas de conocer Bolivia, de que era un país que había conseguido mantener una identidad andina y latinoamericana, muy al contrario de lo que ocurría en mi país, Chile. Más de $150 me dieron en ese solo bar, incluyendo un billete de $100, logro aún no superado por nadie que haya conocido. No tendría que trabajar por un par de días, salvo por gusto.
Dos noches más estuve en Villazón, pero me cambié a un hostal más precario, de $15. Después de todo, $5 son $5. A la segunda se vinieron no más el Feña y la Perla con Aymi, para no tener que estar cruzando todos los días y aguantarse las basureadas fronterizas. Días tranquilos, viviendo bien con la plata que se gana aquí, y ellos juntando plata para que la Perla se compre una guitarra y así ambos puedan hacer plata, pues hasta ahora se mantienen con los malabares del Feña, que pagan, pero alojamiento y comida para tres personas, más los pañales y cosas de Aymi, se hace caro.
La tercera tarde estábamos tranquilamente en la plaza, cuando unos viajeros que recién llegaban nos contaron del paro indefinido que habría en Tupiza, unos 100 kilómetros al norte por la única ruta, y que significaría corte de carreteras por un tiempo indeterminado. Es decir, había que irse en ese momento o quizá cuando. Partí raudo a la terminal a preguntar por este paro y si había pasajes, y efectivamente, ya el día siguiente no se venderían pasajes para ninguna parte, y en ese momento apenas quedaban. Pregunté y había solo pasajes para Sucre, justo tres. Aún tenía plata argentina, y no se podía pagar con eso, así que pedí que me los reservaran mientras iba a cambiar. Informé al Leña y la Perla de la situación, y estuvieron de acuerdo, así que corrí a las casas de cambio para obtener bolivianos, y cuando volví a la terminal la cajera ya había vendido uno de los pasajes reservados. Me indigné un poco, pero me tranquilizó diciendo que podía comprar un pasillo a precio rebajado. -¿Pero viajar toda la noche parado? -No, te puedes sentar o acostar si queda espacio. Se me olvidaba cómo eran los buses aquí.
Compramos unas hamburguesas para el camino, un par de botellas de agua, y nos subimos. Nos turnamos el pasillo del bus, pero finalmente no dormí mucho. Pese a que he tratado de dominarlo, tolerarlo y superarlo, la verdad es que la convivencia con Aymi me supera. Supongo que solo me bancaré llantos, cacas, mañas y demases si llego a tener un hijo, antes de eso cosecharé los frutos de mi responsabilidad sexual sin descendencia.
Llevo ya un tiempo viajando con ellos, pero Sucre será nuestro último destino juntos. Tengo ganas de recuperar un poco de viaje en solitario, y así escribir y tocar más.